El tercer número de nuestra revista está dedicado a la discusión de temas que preocupan a nuestro monacato contemporáneo.
Dos estupendas colaboraciones abordan cuestiones importantísimas para nuestras Comunidades monásticas.
El abad Bernardo Olivera, ocso, en primer término, nos ofrece una enjundiosa reflexión sobre el difícil tópico del servicio abacial. En ella nos comparte sus propias vivencias, aquilatadas y maduradas a lo largo de muchos años. Su experiencia no se limita a la conducción de su Monasterio de Azul, sino también a la extensa labor desarrollada como Abad General de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (OCSO).
En segundo lugar, el actual Abad General OCSO, el P. Eamon Fitzgerald, enfrenta el que es, muy posiblemente, el mayor problema del monacato hodierno: su creciente “fragilidad”. Tal vez, en nuestras latitudes estemos ya habituados a convivir con esa debilidad (enfermedad me atrevería a llamarla). Al menos en el Cono Sur hace muchos años que nos acompaña esta bendición. Por ello me ha alegrado sobremanera encontrar unas propuestas, o mejor: remedios, que nos ayudan a enfrentar los nuevos desafíos: incrementar la colaboración entre las comunidades; priorizar lo esencial; vivir esta nueva situación con alegría, en la oración y la acción de gracias: “Por eso estoy contento con las debilidades… Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co 12,10).
Los otros dos artículos que encontramos en este número nos acercan reflexiones sobre temas que no sólo conciernen a las monjas y los monjes.
El P. Olivier Quenardel, ocso, nos invita a una ya necesaria reubicación de lo que en la actualidad suele llamarse “acompañamiento espiritual”. Pero, ¿y qué paso con la filiación, la paternidad, espiritual?
Y al final de la sección Artículos, comparece “el tema” de nuestra actualidad eclesial y mundial: el diálogo interreligioso. La contribución de Bonnie Thurston es una magnífica síntesis de la posición del P. Merton sobre esta difícil cuestión. Las reflexiones de Merton seguramente suscitarán reacciones diversas, rechazo total, aceptación, crítica… Con todo, les invito a que se atrevan a la lectura de sus incisivas propuestas. Y para animarles les ofrezco los cinco principios que la A. ha resumido para avanzar en un fructífero diálogo contemplativo con creyentes de las otras religiones:
«Primero, “el diálogo contemplativo debe estar reservado para aquellos que han sido seriamente disciplinados por años de silencio y por un prolongado hábito de meditación”. Está reservado para “aquellos que han entrado con plena seriedad en su propia tradición monástica”.
Segundo, Merton dice que “no se puede tratar de un fácil sincretismo, un menjunje de verbosidad semireligiosa y prácticas de piedad, un devocionismo que admite cualquier cosa y por eso no toma nada con completa seriedad”. Diálogo no es sincretismo.
Tercer principio de Merton sobre el diálogo contemplativo: “Se debe ser escrupuloso respecto de las diferencias importantes”.
Cuarto, en el diálogo contemplativo Merton insiste en “lo que es realmente esencial a la búsqueda monástica: verdadera auto-trascendencia y esclarecimiento”… Si entramos sinceramente en diálogo, esperaremos no tanto cambiar al otro como ser cambiados nosotros mismos…
Merton dice: “Cristo se encuentra no en las sonoras y pomposas declaraciones, sino en el diálogo humilde y fraternal”.
Quinto y último principio de Merton. En el diálogo, “las formas de culto y observancias pueden verse como relativamente secundarias, y no tienen que convertirse en el foco central de atención. Ellas tienen que ser entendidas en su relación con la iluminación misma”.
La base más auténtica de encuentro para el diálogo es la experiencia religiosa misma, no las formas en las cuales se da la experiencia, y ciertamente no el lenguaje con el cual se describe la experiencia. Se requiere gran madurez espiritual para resolver esto».
En la sección “Fuentes” se prosigue la publicación de los Apotegmas de la Colección sistemática griega. Y la Providencia, no encuentro otra explicación, ha querido que justamente en este número de Cuadernos Monásticos aparezcan dos capítulos que tratan temas de candente actualidad: la castidad y la pobreza. Vaya como botón de muestra esta exhortación a no poner nuestro corazón en los bienes materiales y a confiar en nuestro Señor:
«Un hermano interrogó a un anciano diciendo: “¿Quieres que guarde para mí dos monedas para el caso de una enfermedad corporal?”. Pero el anciano, viendo que en su pensamiento quería guardarlas, le dijo: “Sí”. El hermano, al volver a su celda, (tenía) los pensamientos agitados, diciendo: “¿Acaso el anciano me habrá dicho la verdad, o no?”. Y levantándose fue de nuevo a ver al anciano, hizo la metanía y le dijo: “Por el Señor, dime la verdad porque me atormentan los pensamientos por causa de las dos monedas”. El anciano le dijo: “Como veía que querías guardarlas, por esa causa te dije eso; sin embargo, no está bien guardar más de lo necesario para el cuerpo. Por tanto, si guardas las dos monedas, en ellas pondrás[1] tu esperanza, y si sucede que se pierden, Dios no se ocupa más de nosotros. Arrojemos, entonces, nuestras preocupaciones sobre el Señor, porque Él se ocupa por nosotros”»[2].
Nuestros lectores podrán advertir que casi todo nuestro número 194 es muy OCSO. Al notarlo pensé: ¡Estupendo! Así aparecerá con claridad qué es y cómo funciona SURCO (Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur): en un permanente diálogo que nos enriquece a todas y todos. Deo gratias!
Termino permitiéndome sugerirles que no omitan acercarse a la sección “Libros”. Se encontrarán con algunas muy gratas sorpresas…
Enrique Contreras, osb
“En esta breve reflexión deseo compartir el sentido de la autoridad monástica benedictina, según me lo fue enseñando el Patriarca Benito y los 30 años de vida prestando este servicio o ayudando a quienes lo prestan”.
“Lo que deseo proponerles en esta conferencia, es compartir experiencias de lo que he visto y oído visitando las comunidades y participando en reuniones; luego algunas reflexiones sobre todo esto; y finalmente, no tanto conclusiones cuanto orientaciones para vivir hoy”.
“Voy a hablar de la “filiación espiritual”, y no simplemente del “acompañamiento espiritual”, expresión frecuentemente utilizada hoy. La filiación va más lejos que el acompañamiento y significa una realidad mucho más profunda”.
«Diálogo interreligioso sería, por ejemplo, la conversación entre Cristianos y Musulmanes o Budistas. Aquí exploraremos el compromiso del cristiano Merton con las religiones no-cristianas: diálogo con quienes tienen otra fe, no ecumenismo. ¿Cuáles son los principios que él sugiere que nos pueden ayudar a hablar significativamente entre y con nuestras diferentes “casas”?».
“Es bueno no ocultar los pensamientos, sino revelarlos a ancianos espirituales y con capacidad para discernir, pero no a los que han encanecido sólo por causa del tiempo; porque muchos, consideran (únicamente) la edad y manifiestan sus pensamientos, (y) en vez de ser curados, caen en la desesperación a causa de la inexperiencia del que los escucha”.