Estamos a las puertas de publicar el número 200 de nuestra revista. Alegría grande y al mismo tiempo exigente compromiso.
Alegría por haber podido recorrer un largo camino, no sin obstáculos, tropiezos, dificultades, pero buscando siempre ofrecer las riquezas que nos procura el seguimiento de Cristo en la vida monástica, tomando por guía el Evangelio y la Regla de san Benito.
Compromiso exigente: ¿cómo seguir renovándonos, convirtiéndonos? ¿De qué forma podemos ofrecer un manjar bien balanceado, que conjugue la necesaria novedad con la insoslayable fidelidad a la Tradición?
En preparación a tan importante hito, la presente entrega está centrada principalmente en temas relacionados con la liturgia.
Los tres primeros artículos nos ofrecen reflexiones que podemos considerar como complementarias. En efecto, es tarea siempre actual y prioritaria poder combinar en nuestras celebraciones, y en nuestra vida cotidiana, celo y disciplina, con la experiencia de la misericordia divina y el rezo de los Salmos. Estos aportes, provenientes de tres ámbitos monásticos diferentes, nos pueden ayudar a replantearnos el mejor camino a transitar para celebrar una liturgia que sea digna, orante y celebrada siempre en presencia de un Dios que es rico en misericordia.
La contribución de la Prof. Maria Giovanna Muzj aborda un tema tan antiguo como nuevo: el fuego. ¿Qué significa el fuego en la vida de fe, en la liturgia? ¿Qué valores peculiares nos aporta el elemento fuego? ¿Hemos pensado alguna vez en el significado de la ignificación?
Y como cierre, una culminación magnífica: la oración continua. Una necesidad tan acuciante como difícil de realizar en nuestra vida de fe. Tal es el tema que abordan las sentencias reunidas en el capítulo doce de la Colección sistemática griega. En ella leemos que un grupo de monjes, llamados euquitas, que negaban el valor y la necesidad del trabajo manual, le hizo un planteo a un santo abba. He aquí su respuesta:
Unos monjes, de los llamados euquitas, fueron una vez donde abba Lucio, en el Enatón, y el anciano les preguntó: “¿Qué trabajo manual hacen?”. Ellos respondieron: “Nosotros no hacemos trabajo manual, sino que, como dice el Apóstol, oramos incesantemente (cf. 1 Ts 5,17)”. El anciano les dijo: “¿Acaso no comen?”. Y respondieron: “Sí”. Les preguntó: “Cuando comen, ¿quien ora por ustedes?”. Y después les dijo: “¿Acaso no duermen?”. Y respondieron: “Sí”. Y les dijo el anciano: “Y mientras duermen, ¿quién ora por ustedes?”. Y no encontraban qué responder a lo que les decía. Él les dijo: «Perdónenme, pero ustedes no hacen lo que dicen. Yo les enseñaré cómo rezo, mientras trabajo incesantemente con las manos. Estoy sentado con Dios, tejiendo mis pequeños ramos y haciendo esteras con ellos, y mientras tanto digo: “Perdóname, oh Dios, por tu gran misericordia, y por tu gran piedad borra mi pecado (Sal 50 [51],3)”». Les dijo: “¿No es oración esto?”. Le respondieron: “Sí”. El anciano les dijo: “Cuando he pasado todo el día trabajando manualmente y orando, reúno más o menos dieciséis monedas. Pongo dos de ellas en la puerta, y con las restantes como; y el que toma las dos monedas ora por mí mientras yo como o duermo. De este modo, por la gracia de Dios, se realiza en mí aquello de orar incesantemente”[1].
Pidamos al Señor Jesucristo que nos conceda, ya sobre el trimestre final del presente año, orar siempre, en todo momento, con disciplina, con ardor espiritual y sincera caridad.
“La reflexión que proponemos aquí nace de la necesidad, reconocida en muchos lados, de volver a encontrar hoy en la experiencia litúrgica ordinaria el sentido de la disciplina y del celo. Los textos monásticos constituyen sobre este punto un magisterio siempre actual, tanto para la teología de la liturgia como para el conocimiento del ser humano”.
«El gran axioma “lex orandi, lex credendi” estuvo siempre presente y fue el alimento principal en el conocimiento de Dios por parte de los fieles. Pero la liturgia es más que conocer la misericordia. Es vivirla y celebrarla. Por eso vamos a dirigir nuestra mirada hacia la liturgia, buscando el lugar que ocupa en ella el Dios de la misericordia que Cristo revela en su Misterio Pascual y se manifestará plenamente en la consumación de la historia».
“Se me ha pedido hablar de los salmos como expresión de la fe a partir de una experiencia personal. Voy a intentar compartir con ustedes cómo los salmos, en mi oración personal y comunitaria, son, para mí, un lugar de expresión de mi fe. La confesión de la fe en el corazón de la salmodia se expresa de diversas formas y se manifiesta por medio de un canto o una proclamación que está lejos del enunciado dogmático. Esto es lo que voy a intentar compartir”.
«… Recurriendo al apoyo que puede provenir de la visión de algunas de entre las más hermosas imágenes cristianas de Oriente y de Occidente, las páginas que siguen están dedicadas a reflexionar sobre la aparición del elemento “fuego” cada vez que entra en escena la comunicación de la vida divina a las criaturas, y las transformaciones que obra».
«Fue abba Lot a ver a abba José, y le dijo: “Abba, según mis fuerzas, hago mi pequeño ayuno, y la oración, y la meditación, y la hesiquía, y según mis fuerzas purifico mis pensamientos. ¿Qué más debo hacer?”. Entonces el anciano, levantándose, extendió las manos hacia el cielo, y sus dedos se pusieron como diez lámparas de fuego. Y le dijo: “Si quieres, hazte totalmente como el fuego”».