Cuadernos Monásticos Nº 27

Editorial

El 21 de octubre de 1962, los Padres Conciliares reunidos hicieron un mensaje a todos los hombres. En el mismo dijeron:

“En esta asamblea, bajo la dirección del Espíritu Santo, queremos buscar la manera de renovarnos a nosotros mismos, para manifestarnos cada vez más conformes al Evangelio de Cristo. Nos esforzaremos en manifestar a los hombres de estos tiempos la verdad pura y sincera de Dios, de tal forma que todos la entiendan con claridad y la sigan con agrado”.

Estas palabras tan ricas, tan solemnes, tan inspiradas (Spiritu Sancto duce), cobran una especial vigencia en este Año Santo Universal, ya que el Santo Padre ha fijado como uno de los objetivos del mismo la RENOVACIÓN. “Cuadernos Monásticos” ha visto en este “ut Evangelio Christi magis ac magis fideles inveniamur” de los Padres Conciliares, la motivación y la fuerza más grande para una genuina RENOVACIÓN. No pensamos solamente en la renovación de la vida religiosa, sino que nuestra esperanza abarca a todo el mundo. Pero si damos toda su importancia a las palabras de la Carta Apostólica “Octogesima Adveniens”:

“La Iglesia, en efecto, camina unida a la humanidad, y se solidariza con su suerte en el seno de la historia. Anunciando la Buena Nueva del amor de Dios y de la salvación de Cristo a los hombres, ella les ilumina en sus actividades a la luz del Evangelio y les ayuda de ese modo a corresponder al designio de amor de Dios y a realizar la plenitud de sus aspiraciones”,

comprenderemos que, como la Iglesia, iluminaremos las actividades de los hombres con la luz del Evangelio, si antes nuestras Comunidades están plenas de esa luz: “donde llega esta irradiación cristiana, que se llama Evangelio, llega la luz, llega la unidad, llega el hombre no ya con la cabeza baja, sino erguido en toda su estatura, llega la dignidad de su persona, llega la paz, llega la salvación” (Pablo VI, 24 de diciembre de 1971).

Presentamos en este número 27 de “Cuadernos Monásticos” varios artículos, y una encuesta que juzgamos muy valiosa, sobre el tema del Evangelio en la vida religiosa y en la vida monástica. Si nuestras comunidades, si incluso los laicos que nos leen, sintiesen a través de estas páginas un llamado de Dios a la RENOVACIÓN siguiendo el camino del Evangelio, nos alegraríamos profundamente en Dios. Somos conscientes de la pobreza, de las limitaciones de toda especie, que caracterizan nuestra publicación, pero aún cuando débiles hemos querido gritar el Evangelio, gritar -como un eco del Santo Padre- la convocación a la RENOVACIÓN según la mente de Cristo y su Iglesia. Agradecemos a todos los que siendo ricos en ciencia, en dignidad, en experiencia, en importancia, se han inclinado hacia nosotros y tan desinteresadamente nos han hecho llegar sus colaboraciones; estamos seguros de que ese amor con que nos han ayudado fructificará en América latina quien responderá desde el fondo de su pobreza a las palabras del Santo Padre respecto del Año Santo:

“¿Dónde, pues, buscar el criterio directivo de la renovación, que andamos anhelando? Vamos a dar ahora una respuesta... el criterio directivo de la renovación -se trata de una paradoja, pero pletórica de verdad- será el de retornar a las fuentes, el de buscar nuevamente en el EVANGELIO, en la historia del pueblo de Dios y de los Santos, en el Magisterio de la Iglesia, las fórmulas apropiadas de la NOVEDAD REGENERADORA. En esta búsqueda, no tanto retrospectiva cuando introspectiva, de la verdad divina y humana, encontraremos la clave para abrir nuevos caminos hacia aquel reino de Dios, que también puede tener, desde ahora, en el tiempo, su luminosa epifanía” (27 de junio de 1973).

La Dirección