Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos Nº 67

Editorial

CONVERSIÓN Y AÑO SANTO

«Dijo abba Antonio a abba Pastor: “Este es el gran esfuerzo del hombre: poner su culpa ante Dios y estar preparado para la tentación hasta el último suspiro”» (Apotegmas, Antonio 4).

Tiempos hubo –y no muy lejanos– en que palabras como las de este apotegma de san Antonio Magno se consideraban como producto de una mentalidad monástica demasiado restringida como para tener validez para todo el mundo y menos como para servir de programa de trabajo a la Iglesia entera. En efecto, en vez de insistir sobre “culpa” y “tentación”, ¿no sería más fecundo y útil tratar de los problemas del hombre, de sus tribulaciones y ver la manera de solucionarlos?

El presente Año Santo, al poner tan en primer plano la necesidad de renovar la conciencia de la redención y, por consiguiente, también el sentido de pecado, ha dado sorprendente actualidad a la primacía de la compunción y de la conversión, tan cara al monacato antiguo. Es más: el Papa y el Sínodo de los obispos quieren recordar el nexo existente entre el fenómeno del pecado y los males que afligen al mundo:

“En la raíz de todos los males morales que separan y hieren a la sociedad está el pecado. De modo que la vida humana entera se presenta como lucha, hasta dramática a veces, entre el bien y el mal. Solamente arrancando la raíz del mal se puede llegar a una reconciliación válida. Por ello, la conversión personal a Dios es el camino hacia la renovación duradera de la sociedad, ya que en todo acto de renovación auténtica con Dios por medio de la penitencia está intrínsecamente presente la dimensión social junto a la dimensión personal” (Carta de S. S. Juan Pablo II a los obispos, junto con el Instrumentum laboris, Osservatore Romano, N° 40, 2 de octubre 1983).

Razón tenía, pues, el gran Antonio al estimar que “el poner su culpa ante Dios” era el gran trabajo, el esfuerzo más importante, el quehacer más útil del hombre. La versión poimeniana de este apotegma nos aporta un nuevo matiz:

“Dijo abba Pastor (Poimén) que el bienaventurado Antonio había dicho que el gran poder del hombre consiste en que arroje sus faltas sobre sí en la presencia de Dios y espere la tentación hasta el último suspiro” (Apotegmas, Pastor 125).

El reconocimiento de la raíz de todos los males es un poder que tiene el hombre. Muchas veces el individuo se sentirá insignificante, impotente ante las grandes fuerzas negativas que mueven la historia, pero tiene ese gran poder, esa posibilidad, de reconocer su culpa (“arrojarla sobre sí”) y al reconocerla, desactivarla, siendo capaz así de enfrentar con éxito esas solicitaciones contrarias al plan de Dios que son las tentaciones. Los males de nuestro mundo, las “divisiones, heridas, violencias, injusticias” de las que habla el Sínodo de los obispos no son más que eso: culpa y tentación.

La íntima relación entre la culpa del hombre y las tensiones de la sociedad ya había sido señalada por el Concilio Vaticano II:

“Los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano... Por ello el hombre siente en sí mismo la división, que tantas veces y tan graves discordias provoca en la sociedad” (G. S. 10).

Es Dios mismo quien ha tomado la iniciativa para sacar al hombre de esta situación. De allí el primado de la conversión, de la “metánoia” en la predicación de Jesús: “El reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15).

Meditar una vez más sobre esta “conversión” imprescindible, única, pues “si no se cura esta raíz del mal, no hay renovación posible o que dure” (Juan Pablo II, o. c.) ha sido el objeto de este Cuaderno.

P. Mauro Matthei, osb

Monasterio S. Benito de Llíu-Llíu

Chile

SUMARIO

Editorial

La conversión en el sacramento de la penitencia

Artículo

El sacramento de la penitencia en tela de juicio

Artículo

La dimensión penitente en la vida religiosa

Artículo

El ayuno: ayer y hoy

Artículo

Jamás desesperar de la misericordia de Dios

Artículo

1582. Contexto histórico de la fundación del primer monasterio de San Benito en tierras de América, San Salvador de Bahía, Brasil

Artículo

Centurias sobre la Caridad

Fuente

Juan Pablo II - A los religiosos – Julio-Setiembre 1983

Artículo