Relicario-cruz de esmalte del Papa Pascual I (817-824)[1]
El modelo original se conserva en el Vaticano
(Biblioteca Apostólica, Museo Sacro)
27,2 cm. de alto x 18 cm. de ancho x 35 cm. de espesor
Reproducido por Nelda Vettorazzo para el Centro Russia Ecumenica, Roma
Este estupendo relicario de oro y esmaltes alveolados procede del tesoro del “Sanctasanctorum”. La otra cara, lamentablemente, se ha perdido. En cada lado tiene una inscripción dedicatoria: Accipe quaeso a Domina Mea Regina Mundi Hoc Vexillum Crucis Quod ti(bi) paschali episcopus opt(ulit). El “frescor narrativo se explica sin duda por el artista que, más que el orfebre, ha bebido en las fuentes de la Iglesia oriental, inspirándose acaso, incluso, en los medios sirio-palestinos. Pero, por la intensidad del colorido del esmalte y, sobre todo, por el verde casi traslúcido, esta cruz se aleja de las antiguas obras de Oriente (...) y de las de Occidente... Difiere tan profundamente de otras obras de Italia, que su creador bien pudiera ser un artista oriental”[2].
Descripción de las escenas
Arriba:
1) La anunciación del ángel Gabriel a María Santísima (Lc 1,26 ss.)
- El ángel está en actitud de bendición.
- La Virgen en actitud humilde, simbolizada por la posición de sus manos y la inclinación de su cabeza, acepta el mensaje que le trae el ángel.
- Tanto la Virgen como el ángel poseen el mismo nimbo alrededor de sus cabezas, símbolo de la importancia y excelencia de los personajes.
- La túnica púrpura de la Virgen indica su naturaleza humana y el rojo del almohadón, su realeza por pertenecer a la casa de David.
2) La visitación de la Virgen a su prima Isabel (Lc 1,39 ss.)
- Santa Isabel al igual que la Virgen poseen un nimbo alrededor de sus cabezas indicando la importancia de ambas. Santa Isabel será la madre de Juan Bautista.
- La flor entre ambas indica: el rojo la naturaleza humana de su hijos y el azul, la presencia de Dios en ambas concepciones.
A la izquierda:
3) La Virgen María y San José, camino a Belén, cumpliendo el mandato del Emperador César Augusto (Lc 2,1 ss.)
- José posee vestiduras blancas en señal de la pureza de su corazón.
- La Virgen tiene nimbo indicando su importancia, pues participa de la divinidad de Dios por haber sido concebida sin pecado original y por ser la Madre del Hijo de Dios.
En el centro:
4) El nacimiento de Jesús en el pesebre (Lc 2,6-7)
- Este cuadro posee una gran riqueza simbólica y contenido dogmático.
- La Virgen conserva el atuendo de siempre, pero se halla recostada sobre un paño blanco que hace alusión a la virginidad de María antes, durante y después del parto.
- El Niño Jesús se encuentra como amortajado, porque es un niño que nace para morir, según el plan de Dios –quien, por la Pascua de su Hijo, salvará a la humanidad. Junto al niño se encuentra el asno y el buey que le brindan calor e indican la humildad del lugar.
- Por encima de Jesús y María se observa un círculo azul, del cual se desprenden tres rayos rojos. Esto simboliza la Trinidad que se halla presente, afirmando así el hecho divino del nacimiento de Jesús.
- A la izquierda de María, se encuentra José en actitud perpleja ante el misterio.
- Al pie del cuadro se observan dos mujeres lavando al niño luego del nacimiento; se trata de un parto humano normal.
A la derecha:
5) La adoración de los reyes magos (Mt 2,1 ss.)
- Se observa la estrella de Belén que los guió hasta el lugar.
- La presencia de los Reyes es signo de que el mensaje de salvación es ofrecido también a los paganos.
Abajo:
6) La presentación de Jesús en el templo (Lc 2,22 ss.)
- María y José presentan el Niño a Dios según la Ley, y quien lo recibe es el anciano Simeón, hombre justo y piadoso, confirmándose así lo que le había revelado el Espíritu Santo, es decir, que no moriría sin ver al Cristo del Señor.
- Detrás de Simeón se encuentra la profetiza Ana, mujer que no se apartaba del templo sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. En ese momento hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén (Lc 2,36-39).
- El arco blanco entre Jesús y Simeón indica que el hecho sucede en un lugar cerrado (el templo).
- El nimbo de Jesús posee tres bandas rojas que simbolizan la cruz.
- San José se encuentra detrás de María.
7) El bautismo de Jesús (Mt 3,13 ss. y paralelos)
- Jesús es bautizado en el río Jordán por Juan Bautista.
- La paloma sobre Jesús indica la presencia del Espíritu Santo.
EDITORIAL
Cerramos nuestras entregas del presente año con un número dedicado a temas históricos del monacato antiguo (artículo del P. Desprez) y moderno (Krailsheimer). La continuidad de esa tradición monástica sigue dando hoy frutos de santidad en la Iglesia. Es lo que nos expresan de un modo fuerte, vital y existencial la carta circular del abad Bernardo Olivera, a raíz del martirio de nuestros hermanos monjes de Atlas; y más cerca de nosotros el testimonio de vida del P. Pedro Allende, osb, reflejado en la “memoria” que publicamos.
En la sección fuentes quisimos continuar el aporte de ayudas para nuestra oración con los Salmos, un tema sobre el que confiamos seguir publicando contribuciones.
A nadie se le escapa que vivimos en un momento de grandes dificultades, pero también de profundas esperanzas, que sólo serán verdaderas si se nutren de la fe y del amor cristianos.
Quien espera vigilante el cumplimiento de las promesas de Cristo es capaz de infundir también esperanza entre sus hermanos y hermanas, con frecuencia desconfiados y pesimistas respecto al futuro. Su esperanza está fundada sobre la promesa de Dios contenida en la Palabra revelada: la historia de los hombres camina hacia un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 2,11), en los que el Señor enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado (Ap 21,4).
La vida consagrada está al servicio de esta definitiva irradiación de la gloria divina, cuando toda carne verá la salvación de Dios (cf. Lc 3,6; Is 40,5). El Oriente cristiano destaca esta dimensión cuando considera a los monjes como ángeles de Dios sobre la tierra, que anuncian la renovación del mundo en Cristo. En Occidente, el monacato es celebración de memoria y vigilia: memoria de las maravillas obradas por Dios, vigilia del cumplimiento último de la esperanza. El mensaje del monacato y de la vida contemplativa repite incesantemente que la primacía de Dios es plenitud de sentido y de alegría para la existencia humana, porque el hombre ha sido hecho para Dios y su corazón estará inquieto hasta que descanse en Él[3].
[1] Reproducido por amable concesión del Centro Russia Ecumenica, Roma.
[2] J. Hubert - J. Porcher - W. F. Volbach, El Imperio Carolingio. Madrid. ed. Aguilar, 1968, p. 217, col. El universo de las formas (trad. del francés).
[3] Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal “Vita consecrata” (1996), nº 27. Cf. Agustín de Hipona, Confesiones I,1: PL 32,661.
Visión de conjunto de las “instituciones” del monacato pacomiano.
La última parte de este notable artículo presenta una síntesis de los aspectos que es necesario tomar en cuenta si se desea tener una visión más objetiva y equilibrada de este “reformador”.
Magistral introducción a la oración cristiana de los salmos: arte y sabiduría que sabe armonizar el salterio de la propia vida con el de Cristo, resonando melodiosamente en Iglesia.