Los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35)
Miniatura ottoniana. Codex Egberti, fol. 88. Siglo X
Jesús sale al encuentro de la humanidad que camina[1]
«El episodio de los discípulos de Emaús, relatado por el evangelista Lucas, nos presenta a Jesús resucitado anunciando la Buena Nueva. Puede ser también un modelo de la Nueva Evangelización.
Mientras los discípulos de Emaús desconcertados y tristes caminaban de regreso a su aldea, el Maestro se les acerca para acompañarlos en su camino. Jesús busca a las personas y camina con ellas para asumir las alegrías y esperanzas, las dificultades y tristezas de la vida. (…)
Jesús no solamente se acerca a los caminantes. Va más allá: Se hace camino para ellos, penetra en la vivencia profunda de la persona, en sus sentimientos, en sus actitudes. Por medio de un diálogo sencillo y directo conoce sus preocupaciones inmediatas. El mismo Cristo Resucitado acompaña los pasos, las aspiraciones y búsquedas, los problemas y dificultades de sus discípulos cuando estos se dirigen a su aldea. (…)
La presencia del Señor no se agota en una simple solidaridad humana. El drama interior de los dos caminantes era que habían perdido toda esperanza. Ese desencanto se iluminó por la explicación de las Escrituras. La Buena Nueva que oyeron de Jesús transmitía el mensaje recibido de su Padre.
Explicándoles las Escrituras, Jesús corrige los errores de un mesianismo puramente temporal y de todas las ideologías que esclavizan al hombre. Explicándoles las Escrituras, les ilumina su situación y les abre horizontes de esperanza.
El camino que Jesús recorre al lado de sus discípulos está marcado con las huellas del designio de Dios sobre cada una de las criaturas y sobre el acontecer humano. (…)
Pero la explicación de la Escritura no fue suficiente para abrirles los ojos y hacerles ver la realidad desde la perspectiva de la fe. Es cierto que hizo arder sus corazones pero el gesto definitivo para que pudieran reconocerle vivo fue el signo concreto de partir el pan.
En Emaús se abrió además un hogar para Alguien que andaba peregrino. Cristo reveló su identidad a sus compañeros de camino y en su actitud de compartir reconocieron al que durante su vida no hizo más que darse a los hermanos y quien selló con su muerte en la cruz la entrega de toda su vida. (…)
El encuentro entre el Maestro y los discípulos ha terminado. Jesús desaparece de su vista. Pero ellos impulsados por un nuevo ardor, salen gozosos a emprender su tarea misionera. Abandonan la aldea y van en búsqueda de los otros discípulos. La vivencia de la fe se realiza en comunidad. Por eso los discípulos regresan a Jerusalén a encontrarse con sus hermanos y comunicarles el encuentro con el Señor. A partir de la fe, vivida en comunidad, ellos se convierten en pregoneros de una realidad totalmente nueva: “El Señor ha resucitado y está de nuevo entre nosotros”. La fe en Jesús lleva consigo la misión».
EDITORIAL
El primer número de 1997 se abre con un artículo de análisis, investigación y estudio sobre la RB. En él se nos ofrecen algunas importantes claves de lectura de los textos patrísticos, y más concretamente sobre este tema tan desconcertante y difícil de la “risa”. Creo que el P. Max Alexander aclara definitivamente que la condena de la risa por parte de los Padres en modo alguno significa la prohibición de la alegría. Además, tiene el mérito de explicar por qué ellos condenan la “risa”.
Van después dos aportes sobre temas de actualidad: las vocaciones y la contemplación en el tiempo de la ciencia. Estas reflexiones sin duda ayudan a comprender más acabadamente las exigencias que se nos presentan en ambos campos, y a las cuales debemos tratar de responder.
La “Carta Circular” del abad Bernardo y la del P. Veilleux nos ponen ante una situación actual que a todos nos preocupa. Nuevos llamados a vivir con coherencia nuestra consagración cristiana y monástica. A solidarizarnos con todas y todos los que sufren por su fe, y a orar intensamente por sus necesidades.
La nueva selección de textos del monje Silvano nos lo muestran, una vez más, como un verdadero hombre de Dios. Llama la atención su profunda relación con el Espíritu Santo, a quien él siente viviente y actuante en su vida. Impresiona asimismo su humildad y su sinceridad a la hora de reconocer la propia debilidad, algo que está muy lejos del mundo de apariencias que hoy se nos propone.
Nuevamente recordamos a nuestros lectores que están a su disposición los “diskettes” de los números de Cuadernos Monásticos de los años 1995 y 1996.
Esperamos poder ofrecerles, en nuestro próximo número, la página “Web” en Internet de nuestra revista, que estamos preparando. Igualmente ponemos a disposición de quienes deseen hacernos llegar sus sugerencia y críticas un correo electrónico (E-mail): Toldos@overnet.com.ar.
Deseo concluir esta editorial expresando mi sincero agradecimiento a las Hermanas de la Abadía de Santa Escolástica. Durante todos estos años han trabajado incansablemente para que “Cuadernos Monásticos” llegase a ser lo que hoy es. Ahora se han tomado un merecido descanso, y otras y otros deberán tomar la posta. No hay palabras para darles las merecidas gracias por todo lo que nos han regalado, sólo puedo decirles: ¡Muchas gracias!
[1] Del mensaje de la Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo (1992), a los pueblos de América Latina y el Caribe (ns. 13-14. 16. 18-20. 23-24. 26).
Este artículo aborda “una temática ligada al Bautismo, cimiento y fundamento de nuestra común confesión de Cristo”, mostrando que la argumentación de la Regla de san Benito, relacionada con “las renuncias bautismales, está basada en la Sagrada Escritura, interpretada dentro de una tradición viviente”.
Artículo que plantea con franqueza este tema vital para nuestros monasterios. El Autor propone una visión lúcida de la realidad y analiza los criterios de selección para admitir nuevos candidatos: «que busquen sinceramente a Dios; que sean personas, o por lo menos “personables”».
“La contemplación debe volver sin cesar a la humildad del acto de fe como a su fuente; y allí, en la fe, permanecerá hasta el fin, pues su propia luz le viene de más arriba. Es un mirar en la noche hacia el misterio de Cristo que ya la ilumina con un primer rayo, lo bastante fuerte como para desviar su atención de los vivos relumbrones del mundo y levantarla, enhiesta y con el corazón vigilante, en la esperanza de Aquel que viene”.
Vibrante testimonio de las dramáticas circunstancias que se viven en ese país, y las consecuencias que han tenido en la vida monástica de nuestros Hermanos trapenses.
La zozobra de las Comunidades trapenses en el Zaire nos invita a redoblar nuestras oraciones para que, con la ayuda del Señor, se pueda encontrar una rápida a esta terrible situación.
Selección de algunos de los textos más significativos de este gran espiritual de nuestro siglo.