La oración de Jesús en Getsemaní
Mosaico. Siglo XIII. San Marcos. Venecia (Italia)
«El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo (cf. Lc 22,20), lo acepta a continuación de manos del Padre en su agonía de Getsemaní (cf. Mt 26, 42), haciéndose obediente hasta la muerte (Flp 2,8; cf. Hb 5,7-8). Jesús ora: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz... (Mt 26,39). Expresa así el horror que representa la muerte para su naturaleza humana. Ésta, en efecto, como la nuestra, está destinada a la vida eterna; además, a diferencia de la nuestra, está perfectamente exenta de pecado (cf. Hb 4,15) que es la causa de la muerte (cf. Rm 5,12); pero sobre todo está asumida por la persona divina del Príncipe de la Vida (Hch 3,15), de el que vive (Ap 1,18; cf. Jn 1,4; 5,26). Al aceptar en su voluntad humana que se haga la voluntad del Padre (cf. Mt 26,42), acepta su muerte como redentora para llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el madero (1 P 2,24)»[1].
EDITORIAL
El Señor me regala la posibilidad de seguir junto a los lectores de «Cuadernos Monásticos». Es un privilegio que exige poner lo mejor de sí mismo en este servicio.
Quisiera, pues, comenzar 1998, con algunas autocríticas: un sencillo pero veraz reconocimiento de «faltas».
En 1997, iniciamos un camino «nuevo». Hubo un cambio de imprenta, que nos exigió adaptaciones importantes dentro de la organización del trabajo. Esto trajo como consecuencia, ciertamente no querida, algunos atrasos en las entregas de la revista. Igualmente, los lectores atentos habrán advertido que se hicieron ciertas «experiencias», por llamarlas de alguna forma, en los tamaños de letras usados en los distintos artículos. Con las críticas y sugerencias recibidas esperamos ofrecer, en este año, una publicación que realmente agrade, en el sentido más profundo del término, a todos.
Los índices anuales los incluiremos, en adelante, en el primer número del período siguiente (así, los de 1997, aparecen ahora, con la primera entrega de 1998).
Una novedad importante: la administración de «Cuadernos Monásticos» se ha renovado totalmente. En efecto, un grupo de laicos llevará adelante este trabajo, a fin de hacerlo más ágil, efectivo y facilitar al máximo todo lo referente a las suscripciones y la distribución de nuestra publicación.
Nuestra presencia en Internet proseguirá durante 1998. Esperamos que para abril ya se puedan consultar en nuestro sitio todos los números de 1997.
Nuestro primer número de 1998
Está dedicado casi exclusivamente a temas de historia y espiritualidad monástica.
El art. del P. de Vogüé, osb, nos introduce en el ámbito del monacato galo antiguo. En tanto que las contribuciones de P. Félix, osb, y P. Alurralde, osb, nos ayudan a actualizar la espiritualidad monástica y benedictina; a llevarla a la práctica en el hoy que nos toca vivir, al final del segundo milenio.
La contribución de Mons. Maccarone se ubica en continuidad con la reflexión sobre el silencio que nos proponía el P. Leikam, osb. En esta ocasión el tema es desarrollado en un nivel más amplio: el de la espiritualidad cristiana.
En la sección «Fuentes» se ofrece la versión castellana (primera parte) de una homilía de Orígenes que tuvo una influencia enorme en la espiritualidad cristiana: las etapas de la vida espiritual. No hubo casi ningún autor posterior al maestro alejandrino que, directa o indirectamente, no asumiera su propuesta. Lo valioso, a mi parecer, de la enseñanza origeniana es su profunda raíz bíblica, y su vigencia: una espiritualidad eclesial, es el pueblo mismo de Dios en marcha por el desierto el que vivencia las distintas etapas.
Por último, nos queremos asociar a nuestras hermanas y hermanos Cistercienses en la celebración del noveno centenario de la fundación del Císter. Estaremos a su lado en la oración, el afecto fraterno y la acogida en «Cuadernos Monásticos» de las distintas contribuciones que nos manden.
He elegido una frase de san Agustín como compañera de oración para este año, quisiera compartirla con todos nuestros lectores:
«Nadie obtiene de Dios la firmeza, si no reconoce en sí mismo la debilidad... Y sólo te libera de la muerte de la carne quien murió por ti en la carne» (Sermón 75,5. 9).
El A. nos ofrece primero una visión de conjunto de los escritos para las monjas y los monjes del obispo de Arlés; luego nos guía al interior del claustro del monasterio de monjas fundado por Cesáreo; y, finalmente, estudia el sentido de la “Regla de las vírgenes” y su lugar en la historia.
«Estos tres signos son infalibles… Son luminosos como el día, demuestran públicamente a toda la comunidad que “este novicio viene al monasterio para cambiar de vida” (RB 58,1)».
El bautismo de lágrimas; el bautismo de conversión; el bautismo de reconciliación.
Reflexiones sobre el significado e importancia del silencio en la vida espiritual del cristiano.
Breve crónica de los diversos actos con que se festejará este evento.
En esta homilía Orígenes nos presenta, a partir del relato del camino del pueblo de Israel por el desierto, según el libro de los Números, las etapas del itinerario espiritual del alma.