DOMINGO DE LA OCTAVA DE PASCUA
«¿No podía el Señor resucitar sin las cicatrices? Sin duda, pero sabía que en el corazón de sus discípulos quedaban heridas, que habrían de ser curadas por las cicatrices conservadas en su cuerpo. Y ¿qué respondió el Señor al discípulo que, reconociéndole por su Dios, exclamó: “Señor mío y Dios mío?”. Le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.